El lente

Son palabras que atienden a lo interno y que siguen su propio ritmo. A veces pueden fabular, ficcionar y otras confesarse.
Porque no solo tenemos una mirada, esta es la del espíritu y los afectos. Dédiée à "la Môme Piaf”, Édith Giovanna Gassion, La vie en rose, une chanson sublime.
"Les Ennuis, Des Chagrins S'effacent Heureux, Heureux"

sábado, 7 de abril de 2012

Festín

Dolor, te llevamos igual que el azúcar las hormigas
Hacemos de ti caminos, a veces poblados
Y otras muy solitarios
Pero no todos nos acompañan en los senderos
Somos ágiles o inconscientes escogiendo compañeros y compañía
No se comparte el alimento con cualquiera
Ni se celebra a la deriva
¿Por qué unos elegidos para corear solo la palabra de aquel
y no, al igual, su historia?
Te sostengo entonces con extrañeza
No porque me duelas tanto
Sino porque apareces
Imprevisible.
Y me descubro en tí
Como una niña
Que se avergüenza.

martes, 4 de octubre de 2011

Lo que pienso

No sé si yo me quiera dedicar a la Política. Sé que me hallo en constante búsqueda de una identidad como venezolana, que me preocupa mi país, y siento a los otros como parte del mismo lugar donde vivo. Sobre todo en la calle, uno se va dando cuenta de quién está llena esta “casa”, como un proceso de descubrimiento familiar, voy dibujando un árbol genealógico lleno de muchas interrogantes ¿quiénes somos? ¿qué buscamos? ¿quiénes son nuestros padres? ¿cómo nos podemos describir? Veo mucha pobreza, miseria, necesidades y desigualdades tremendas; y eso desde el espacio de mis comodidades no me deja tranquila. Imaginar qué hace el otro es un proceso que se ha vuelto inevitable.

martes, 30 de agosto de 2011

La ciudad que hoy transito - Claudia Márquez

Una situación irremediable me ha llevado a transitar de vuelta por las constreñidas, temerosas y olvidadas aceras de esta ciudad. A emprender desde el asfalto la ruta diaria que no ha cambiado desde hace bastante más que mi divorcio oficiado como transeúnte y caraqueña. Llenar mis días del pavimento que se entremezcla con residuos de innumerables historias y raíces de jabillos que se muestran como una prueba de aliento envidiable. En ocasiones alguna obligación, por premura o prudencia, me llevaba a andar a pie y a evitar los excesos del carro. Pero eran éstos recorridos cortos, inconstantes, fáciles de olvidar y llenar con las angustias de las diligencias, de cualquier gratitud o abatimiento de lo que transcurría. No en cambio, una forma de vida.
Encontrarme con la calle me ha bañado de una sensibilidad adolescente pero a un cierto nivel de madurez que ahora me hace percibirla desde un lugar completamente interno; lleno de mucho pensar, de cavilaciones boscosas que descompensan, que me invaden de una ansiedad apasionante, aunque riesgosa y violenta.
La calle es un continuo y obligado intercambio con el otro que te precipita a las más hondas experimentaciones terapéuticas. Es una atmósfera densa donde no hay posibilidad de pausas o excusas que posterguen desbordantes cuestionamientos, que asfixian, obstinan y también están llenos de algunas felicidades y sonrisas; pero que punzan agudamente y arden con el calor del encuentro colectivo. Es una prueba feroz a nuestra propia entereza, que ya no es un marco lógico, lleno de seguridades adoptadas como valores que nos repiten cada mañana y que asumimos en la soledad de un carro, ni una colección de aprendizajes enseñados en lo normativo y sofisticado moderno de las comidas en familia, lo enfático americano que suena por la radio y anuncian los noticieros televisivos. No. Se nutre de lo profundo y confuso, se convierte en un compuesto de dudas, inseguridades, antivalores, vergüenzas, así como de mágicas apariciones sensibles de aproximaciones a lo que medianamente podemos decir que ahora somos o pensamos.
¿Qué ocurre en las laderas del peatón que llena de tanta conciencia el espíritu ahora cuestionado? ¿Qué hace tan distinto a uno que transita desde el inicio del día lo público de otro que lo retoma a media mañana o avanzado ya? El conductor también es partícipe de una vivencia social, pero ¿por qué ésta no lo transforma de igual modo que la otra? ¿Por qué me habla la calle desde su rutina diaria y no la periferia de un automóvil que estaciona alrededor del mismo entramado simbólico? ¿Por qué no el mundo que grita con el aroma de un café desde su contexto vivo? ¿O los pasillos y rejas que encierran la ciudad ahora detenida, la misma pero tras puertas y paredes?
¿Será que la ciudad calla y esconde cuando se viste de uniformes? Una ciudad que finge y se llena de imposturas durante la larga y atormentante jornada que se sacude día a día formas, frases, miradas, gestos, que le son ajenos. ¿Dónde está sino en todo lugar esa ciudad entonces? Pues cada parada de carrito y estación de metro expulsa a la par amplias mareas heterogéneas de  amanecidos auténticos. De seres multiformes que no vacilan en opinar, disentir, así como entonar una de Maelo, o pronunciar inercialmente fragmentos de reggaetones “nasty”, entre lo erótico y prostituido pero pegajoso y hasta humorístico. Personajes que son capaces de contar genuinamente desde lo más íntimo el peso de la vida que todos llevamos o indagar incluso en algunas de nuestras propias frustraciones y recompensas. Eso por una parte. Luego el mundo de los sentidos, del tacto.
Pero ¿será que el tropezarnos al despertar la luz del Ávila se convierte en un ritual que otorga el derecho adquirido de  poder llegar a lo más hondo de nuestra misma naturaleza? O es cuestión de infraestructura y pocas comodidades que se vean los bolsos que hablan por sí solos de largos viajes recorridos o esperas trajinadas; los vestidos que sin vestuario aún impuesto muestran cicatrices, marcas, incomodidades, un seno, pieles amarillas, morenas, el caucho, la cerveza, el descuido, la pintura antes de un retoque, el rostro que se maquilla con rojos y escarcha, el cabello encrispado rumbo a su cita de acomodo, pies cansados y explanados, entre amorfos y amoldados a suelas antipáticas ingratas.
El tacto, componente fundamental de la simbiosis, no necesita intermediar con el lenguaje, ni acercarse al pensamiento para sugerir a su paso. Arroja lluvia de imágenes que se develan únicas, instantáneas, conecta fibras nerviosas y descarga altas cargas de voltaje sobre uno. Un roce puede desviar violentamente nuestro camino, reaccionar sin preverlo al calor de una mano que se posa sobre el apoyadero y te toca o un brazo que pesa sobre nuestro lateral o espalda. Habla el tacto espléndidamente a la juventud o vejez, el cansancio o liviandad, la salud o la enfermedad. Somos masa que choca con masa, volúmenes corporales marcados en nuestras pieles de la existencia y nos revelamos en cada manoseo al otro.
¿Dónde aprendemos quiénes somos entonces, en colectivo sino en la calle? ¿Qué mejor lugar para encontrarnos que en el natural espacio que la vida misma impone? Pero ¿Pasean los que nos gobiernan entre nosotros? ¿Se funden en el sudor colectivo los políticos y académicos? ¿Quiénes nos describen han sido parte alguna vez de nosotros?
@claumarquez

martes, 19 de julio de 2011

Entre el otro y el desconocido

En lo cotidiano...

Desde que aparecí era ésta una ruptura a lo ordinario

Esa imagen a la que me senté al lado.

No sonaba habitual, salía del cúmulo

de la gran marea de símbolos que codificamos y borramos

del conglomerado de hedores, colonias, sudores, ruidos y calenturas que palpamos sin notarlo

Cuántos gestos y miradas domesticamos en lo cotidiano.

Qué mezcla de olores evita nuestro olfato,

y epidermis repele nuestra mano;

Para que sea éste un atisbo de algo desigual.


El otro es lo ajeno, reconocido

Es el tercero; puesto ahí al azar como yo.

Se sospecha, pero concuerda.

Porque es parte de esta misma amalgama, que me hace, que copio o alejo.


Ese al que no descifro, es lo desconocido.

Un distinto desentona porque no encaja,

desafina en su propiedad o en su existencia.

No es ya parte del sistema e impone una exigencia inversa.

Un sugerente que plantea cuestionamientos

¿quién es tal? ¿por qué aquel? ¿de dónde ha venido? ¿qué quiere decirme?


Sí, lo he descubierto.

No es de aquí, viene de México.

Muestra unas sandalias pigmentadas,

Pone sus pies sobre un apoya brazos

Y eso me lo ha dicho, que es anónimo.


¿Cuánta piel mudamos en ese entrar en el amasijo para afinar a tal punto el sentido, que se distinga el otro del desconocido?

lunes, 18 de julio de 2011

Santiago de León, Valle del Sol

Palabras ofrecidas en el marco del evento: Presentación de la Visión compartida de la Ciudad, Plan Estratégico Caracas Metropolitana 2020 en la Semana de Caracas, 18 de julio 2011.

Buenas noches a todos. En primer lugar, quiero dar un agradecimiento al Instituto Metropolitano de Urbanismo, Taller Caracas, por invitarme a participar en este acto. Asistí a un taller organizado en la UCV y les confieso que no esperaba me escogieran para venir a hablar aquí frente a ustedes, pues no soy urbanista. Muy por el contrario: economista con aires de socióloga, de una familia que pertenece al mundo de las letras, una que escogió los números, así que vaya combinación.
Luego de haberles contado esto, no pretendo entonces hablarles aquí de “planes para Caracas”. Pudiera apuntar que imagino una Caracas limpia, iluminada, ordenada, tolerante, ecológica y segura. Una Caracas sin miedo y más humana. Que sea transitable a pie o en bici. Una ciudad integrada de este a oeste. En último caso, me aferraría a una expectativa mínima de coexistencia, tal como canta nuestro himno sobre su fundación “y la barbarie sucumbió bajo la luz de la razón” “Santiago de León, valle de sol”.

viernes, 1 de julio de 2011

Mil soles espléndidos de Khaled Hosseini

Creo que definitivamente las cosas no están puestas en nuestro camino al azar. O que, de ser así, el azar hace que calcen de algún modo. Hoy traspasa la misma calle que transito una novela entrañable, que evoca y celebra el amor como gran sentido de la vida.
Cuenta la historia de un pueblo vilipendiado a través de la piel de dos mujeres musulmanas, empobrecida, violentada y abusada. Un lugar donde se vive cada segundo con angustia del siguiente y se llena el vacío con miedo. En el que se conoce el fin de la existencia desde el primer minuto en que emerge. Y germina una conciencia fría desde temprano. Es una historia de contradicciones y desgracias, tragedias, sacrificios y muertes. Pero es la historia del hombre, no del "ser", del "ser humano" primigenio: aquel que ríe, admira, padece, teme, llora y finalmente ama.
¿Qué será del que no puede amar entonces?